Una de las etapas más cruciales para el aprendizaje es la infancia

María Montessori hablaba de una primera etapa (de 0 a 3 años) como etapa absorbente en la que los peques aprenden todo lo que observan a su alrededor de forma inconsciente y natural, lo hacen continuamente sin interrupción, sus cerebros son como esponjas que lo absorben todo, tanto lo que ven como lo que sienten, lo que se les transmite con lenguaje verbal como lo que se les transmite con lenguaje no verbal.

Hasta no hace mucho tiempo, en las escuelas se daba mayor importancia al aprendizaje de contenidos, los currículums se centraban en ellos y se le daba un gran valor al coeficiente intelectual (CI) como referente para comprobar la inteligencia de nuestros niños y también de los adultos, el problema de este enfoque es que las pruebas para calcular el coeficiente intelectual se centran principalmente en las áreas de matemáticas y lenguaje. Esto hizo que las programaciones curriculares en infantil dieran prioridad al aprendizaje de contenidos y la elaboración de fichas, olvidando o dejando en segundo plano otras áreas importantes y fundamentales para el desarrollo integral de nuestros peques.

Esta manera de concebir la educación empezó a cambiar con la aparición de la “Teoría de las Inteligencias Múltiples” de Gardner, el cual afirma que existen siete tipos de inteligencia (la lógico matemática, la lingüística, la visoespacial, la intrapersonal la musical la interpersonal y la naturalista) y a las aportaciones de pedagogos como Goleman el cual se centró en el estudio de la inteligencia emocional (la unión de la inteligencia interpersonal y la intrapersonal). De esta manera se empezó a entender la educación de nuestros peques como el desarrollo de todas sus capacidades de una manera integral atendiendo a las diferentes áreas.

¿qué es la educación emocional?

«Es aquella que se centra en el desarrollo de habilidades para poder gestionar de forma adecuada nuestras emociones y sentimientos y poder reconocer y entender las de los demás».

Como hemos comentado anteriormente la primera infancia, la que abarca de los cero a los tres años, es fundamental para un buen desarrollo de estas habilidades. Las emociones están presentes en los niños prácticamente desde que nacen, a través del llanto manifiestan sus estados de malestar o incomodidad y a través de la sonrisa, sus estados de bienestar, alegría, cariño…

Conforme el niño va creciendo y pasando por las diferentes etapas de crecimiento va descubriendo nuevas situaciones a las que hacer frente y nuevas emociones como: deseo, rabia, miedo que pueden provocar malestar al no saber gestionarlas. Es por esto que es imprescindible una educación que incluya el aprendizaje de las emociones.

¿qué aportan la educación emocional a corto y largo plazo?

En centros infantiles se considera fundamental integrarlo dentro del currículum pues son la base del resto de los aprendizajes. A través de la educación emocional los pequeños aprenden a gestionar sus emociones, lo que implica que los peques sean conscientes de las señales que les transmite su cuerpo antes y después de la emoción para poder gestionarla de una manera adecuada y reconocer estas señales en las demás personas.

Una buena gestión de las emociones aporta aspectos positivos a las personas tanto a corto como a largo plazo. Se consigue una mejor autoestima, tienen una mejor visión de sí mismos, saben enfrentarse a situaciones nuevas con una mayor seguridad pues ante los posibles errores o fallos son capaces de controlar su frustración y redirigirse. Todo esto lleva a que los peques sean más felices, se sientan a gusto consigo mismos y seguros de lo que hacen.

El aprendizaje emocional también mejora el aspecto socioafectivo de los niños, es decir, mejora las relaciones que establecen con las personas de su entorno ya sean otros niños o adultos, aprenden a escuchar, a entender, a ayudar, en definitiva se desarrolla la empatía o capacidad de ponerse y entender el punto de vista de los demás, consiguiendo que estas relaciones sean mucho más satisfactorias y más respetuosas.

Otro aspecto que favorece el aprendizaje de las emociones es la comunicación con las demás personas. Los niños aprenden a comunicarse de forma más respetuosa, a escuchar y ser escuchados, a respetar y ser respetados, favoreciendo de esta manera la interacción con las demás personas.

Es por esto que desde ‘centros infantiles’ nos planteamos objetivos fundamentales como:

  • Conocer y diferenciar las emociones.

  • Controlar adecuadamente las emociones propias.

  • Reconocer e identificar las emociones en los demás.

  • Fomentar las relaciones con el resto de iguales.

Llegados a este punto podemos concluir que las emociones son algo que se puede y debe enseñar desde la infancia, pues un buen aprendizaje en la gestión de éstas supondrá un buen desarrollo de la persona, no solo en lo personal sino también en lo afectivo, en lo social y será una buena base para el éxito en muchos aspectos de la vida.

Como elementos imprescindibles en el desarrollo y aprendizaje de los niños, los adultos jugamos un papel fundamental en este proceso, no solo desde la escuela sino también desde las familias, el papel de educadores y padres adquieren pues un protagonismo importante pues son los referentes de los niños. En este sentido, el trabajo que se realiza tanto desde centros infantiles como desde las casas, debe ir en paralelo, las familias son un elemento fundamental de la escuela, una parte activa en el proceso de enseñanza y aprendizaje, y por lo tanto ambas deben ir en la misma dirección. En definitiva, podemos considerar a las personas adultas como el primer eslabón en la educación emocional de nuestros niños.

Los adultos debemos tener la capacidad de gestionar adecuadamente nuestras emociones lo que implica reflexionar sobre nuestra propia conducta y la de los demás, saber reflexionar sobre las consecuencias, ya sean positivas o negativas, de nuestros actos buscando diferentes alternativas hasta encontrar la adecuada. Ellos aprenden de nosotros, somos sus principales referentes.

Para que los adultos podamos ser buenos “maestros “debemos llegar a ser personas maduras emocionalmente, es decir, si somos capaces de gestionar adecuadamente nuestras emociones, seremos capaces por lo tanto de reaccionar adecuadamente ante las conductas de los peques y seremos por lo tanto un buen ejemplo de como afrontar las diferentes situaciones manejandolas adecuadamente. Conseguiremos enseñar a los niños a gestionar emociones, a buscar soluciones y alternativas, a pensar en las consecuencias y a saber enfrentarse a nuevos retos y por lo tanto conseguiremos niños más felices.

Por el contrario si no somos personas emocionalmente maduras ocurrirá todo lo contrario, es decir ante situaciones nuevas o ante determinadas conductas de los peques nos frustramos, no buscamos soluciones o alternativas y no sabemos gestionar las emociones probablemente transmitamos a los niños inseguridad, miedo, irritabilidad….

Por lo tanto, es muy importante nuestra actitud delante de los peques, y nuestra manera de relacionarnos con ellos. Es muy importante el lenguaje que utilicemos en nuestras relaciones, tanto el verbal como el no verbal, el tono del habla, el vocabulario que utilizamos, las expresiones corporales, etc.

Conclusión

Podemos afirmar que las emociones están presentes desde el nacimiento y conforme los niños van pasando por las diferentes etapas evolutivas las van descubriendo, por lo que es importante y necesario tenerlas en cuenta en el curriculum de las escuelas como base del resto de las áreas, las cuales son enriquecidas notablemente. Con una buena educación emocional se les da a los niños la oportunidad de convertirse en futuras personas mucho más positivas y optimistas ante la vida, con una gran capacidad de adaptación a situaciones nuevas, personas resolutivas que no se frustran ante inconvenientes y saben buscar alternativas. Personas con una gran capacidad de comunicación, que saben escuchar y poseen mayor capacidad de aceptar y asumir críticas (positivas y negativas) y con altas dosis de empatía.