A partir de esta edad tu hijo necesita ya algunos límites.

Un nuevo ingrediente educativo

En los primeros meses de vida, el bebé tiene “barra libre” de mimos y cuidados, va adaptándose a la rutina diaria que establecen sus padres y sabe que ellos siempre están ahí para responder a sus necesidades. Es lo mejor para él, porque de este modo va aprendiendo que puede confiar en el mundo y adquiere, poco a poco, una base de seguridad y felicidad.
A partir del año, esta sigue siendo la receta para educarle; pero es esencial añadir un ingrediente más: las primeras normas.

¿Son tan importantes?

La respuesta es sí. Sin ellas, no aprenderá a desenvolverse en un mundo que está empezando a conocer y en el que se encuentra totalmente perdido. Necesita que vosotros, como padres, ejerzáis de guías y le enseñéis por dónde debe ir y qué está bien o mal. Solo así se sentirá suficientemente seguro a la hora de intentar cosas nuevas e incluso, con el tiempo, de rebelarse contra los límites (cuando esto ocurra, felicitaos: será la mejor señal de que está desarrollándose correctamente).  
Pero ¿cómo se empieza a poner reglas? Vayamos por partes.

Así empieza a descubrir el «no»

Los primeros “noes” aparecen en la vida del bebé cuando empieza a ser más autónomo y a hacer algunas cosas por su cuenta: se lleva objetos a la boca, intenta meter los dedos en el enchufe, gatea encima de la cama… La lógica y el afán de evitarle riesgos os llevan a impedírselo y a explicarle, mientras lo hacéis, que eso no está bien.

Y empieza a entender qué significa

Sin embargo, hasta el final del primer año, cuando el niño ha adquirido ya más consciencia de sí mismo como persona independiente, no comienza a entender realmente ese “no” y lo que significa: un freno a sus deseos. Por eso se siente frustrado al escucharlo y se opone a él, llorando, protestando e intentando hacer de nuevo aquello que no le dejáis hacer. Es lo que le toca a esta edad.

Pero necesita que vosotros le respondáis con calma y con firmeza y que vayáis enseñándole que hay algunos límites que no puede pasar. Si os nota seguros irá interiorizando la idea de que estos límites deben ser buenos, porque para vosotros, que sois las personas más importantes de su pequeño mundo, lo son.            

Necesita normas bien pensadas

Pero tan esencial como poner esas primeras normas en el momento conveniente es que sean adecuadas. Si no, no beneficiarán a vuestro hijo y además, no conseguiréis que las acepte ni que las cumpla. Por eso, merece mucho la pena que dediquéis un tiempo a pensar qué características deben tener.

Los límites, consensuados

Es la primera premisa. Si los padres no están de acuerdo en las normas básicas y cada uno pone las que considera, el niño se siente confundido, no sabe a qué atenerse y acaba por no hacer caso a ninguna. Para evitarlo, decidid entre los dos cuáles son los límites para vuestro hijo.

Y algo muy importante: si uno de los dos marca una norma por su cuenta y el otro no está conforme, no lo discutáis delante del niño ni le deis la orden contraria. Hablad cuando no esté delante y solucionad el asunto.

Mejor que sean pocas normas

A esta edad, vuestro hijo tiene una memoria muy corta y todavía no posee capacidad para retener muchos conceptos. Además, está en plena fase de exploración, y si cada vez que intenta algo se encuentra con un “no” por sistema, será más difícil que lo respete (y si lo hace, terminará por no intentar nada, algo negativo para su desarrollo). Lo mejor es que por ahora establezcáis solo las tres o cuatro normas que consideréis realmente necesarias. 

Buscad la coherencia

Tened presente lo que puede hacer y entender vuestro hijo en esta etapa; de nada sirve que le indiquéis algo para lo que aún no está preparado. Intentad que las reglas sean siempre las mismas y no cambien de la noche a la mañana sin razón (si hoy no le dejáis subirse al sofá, tampoco le dejéis al día siguiente solo porque estéis con gente y no queráis enfadaros).

Huid de la rigidez

Lo anterior no quita para que podáis ser más flexibles en alguna ocasión, siempre que haya un motivo razonable para ello y los dos padres estéis de acuerdo. Aprender que a veces las reglas pueden variar irá enseñando al niño a adaptarse al cambio, algo esencial para que sea feliz.

La fórmula para establecer normas

La fórmula básica es: claridad + seguridad + cariño. Es decir, explicádselas a vuestro hijo con pocas palabras y un vocabulario que él pueda entender, hacedlo mirándole a los ojos y con un tono calmado y seguro y no escatiméis mimos y muestras de afecto al dirigiros a él. Así las entenderá y, lo que es más importante, irá aceptándolas. 

¿Cómo actuar si no nos hace caso?

Pensad el tipo de respuesta que vais a dar en estas ocasiones, porque serán numerosas. Es importante que el niño empiece a descubrir (aunque por ahora todavía no lo entenderá bien) que no cumplir una norma tiene consecuencias, como la retirada de un privilegio (si pega a otro niño en el parque, no podrá montar en su columpio preferido). Y también, que cumplirla tiene “premio” (un abrazo muy fuerte de papá, una expresión de orgullo de mamá…).

MARÍA CASTRILLÓN