LA EDUCACIÓN NUTRICIONAL EN CENTROS INFANTILES

Para que se tenga un adecuado nivel de educación nutricional se requiere que las personas tomen conciencia de ello y que se hagan responsables del cuidado de su salud, siguiendo unas pautas y recomendaciones expuestas por la comunidad científica y los organismos nacionales e internacionales que se encargan de proteger la salud.

Es importante tener en cuenta en los programas de educación nutricional los factores económicos, sociales y culturales que afectan a una población en concreto, dando a conocer unas recomendaciones que se pueden seguir haciendo y que puedan solucionar sus problemas, al conseguir que el consumidor reciba la educación adecuada.

El eje fundamental para llevar a cabo la educación nutricional es la familia, ya que toda persona desde el momento en que nace divide su comida con el resto de los miembros de la casa. Aunque la gran mayoría de los niños después de las clases se quedan en el comedor, esto no significa que en casa no se deba seguir con la formación de los hábitos alimentarios, ya que los desayunos, meriendas y cenas se hacen en casa, además de todas las comidas durante los fines de semana.

La escuela, aunque tiene un gran poder para que se adquieran unos adecuados hábitos, abarca una pequeña parte de la vida de una persona además de otras metas educativas como son alcanzar los programas académicos de distintas materias, por lo que es necesaria la ayuda, colaboración y autoridad de los padres. La educación de los hábitos alimentarios adecuados se debe compartir con la colaboración de las familias para que no recaiga ese peso por completo en el sistema educativo.

La familia debe seguir unas dietas variadas y equilibradas respetando la calidad y cantidad que se recomiendan. No se debe caer en la monotonía y la escuela debe enseñar las bases de la nutrición, los alimentos y sus nutrientes, y la relación directa entre los hábitos alimentarios y la salud.

Hay un tercer ámbito en el que los individuos se encuentran muy metidos, la comunidad. En la mayor parte de los actos sociales y celebraciones se encuentra la comida. Por tanto, la realización de programas de educación nutricional en niños y adolescentes ayuda a los conocimientos de estos sobre la alimentación y la salud, pero no pueden cambiar sus hábitos de alimentación porque normalmente son hábitos que comparten con el resto de la familia. Los hábitos que pueden cambiar por sí mismos son el de desayunar, tomar postre o beber agua con las comidas.

Para que la educación nutricional se realice en casa, es conveniente que se vayan introduciendo ciertos sabores y texturas con todo tipo de alimentos progresivamente. Además, es importante establecer el hábito de realizar cinco comidas al día, respetando horarios regulares y empezar en las comidas con un primer plato, un segundo plato, un trozo de pan, postre (preferiblemente pieza de fruta) y agua.

Uno de los hábitos que hay hoy en día es el de comer siempre lo que nos gusta y el mejor momento para corregirlo es en la infancia, realizando una comida para toda la familia, evitando que el niño tome sabores intensos y picantes.

Es importante establecer un tiempo para las comidas, haciendo que el niño se acostumbre a comer entre 15-20 minutos en las tomas intermedias y en las principales no más de 40 minutos, repitiéndoles que hagan una adecuada masticación. Hay que evitar la televisión durante las comidas, así como cualquier tipo de distracción.

A parte de adquirir unos correctos hábitos de alimentación, los padres deben hacer que los hijos aprendan ciertas normas de conducta en la mesa como: lavarse las manos antes y después de las comidas, lavarse los dientes al acabar de comer, comer con los platos siguiendo un orden que se van presentando, tomar pan y agua en las comidas, cortar bien los alimentos, masticar y tragar de forma adecuada, estar bien sentado todo el tiempo que dure la comida y usar cuchara y tenedor a partir de los tres años de edad. También es importante hacer las comidas en familia hablando sobre cuestiones alegres, no utilizar la comida como premio o castigo, evitar silencios y enfados a la hora de las comidas así como cualquier tipo de distracción que pueda interrumpir la conversación.

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